martes, 11 de enero de 2011

La enseñanza de las Hadas

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Illyn llegó a casa una noche calurosa de verano. Venía con Wim, su pareja, desde el país donde hablan flamenco, en coche con los padres de un amigo suyo, que les habían dejado en Huesca o algo así. Desde allí, habían hecho algunos tramos de autoestop, hasta llegar a Liédena. Allí les recogimos, a la vuelta de un día fantástico en la Foz de Arbayún, a la salida de un impresionante cañón calcáreo por donde fluyen las aguas cristalinas y frescas del río Salazar.

Por allí volvimos a pasar a los un montón de días despues, esta vez con ellos. Esta vez, tambien de noche, pasamos por el mirador, el que está en el alto de la foz. Paramos, y les pedí que cerraran los ojos y que se dejaran acompañar de la mano, mientras íbamos del coche hasta el filo del mirador, donde ya casi sientes el vació ante ti. Luego les pedí que abrieran los ojos.
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Antes, habíamos venido hablando con Illyn: y tú que día naciste, yo el ocho de abril, que dices, yo tambien, wow, que fuerte, y nos quedamos un poco callados, y de que año, del 90, anda, yo del 74, dieciseis años justos de diferencia, dos nacidos en ocho de abril, ocho y ocho dieciseis, justo los años que nos llevamos, que pasada, sí, sí, silencio contenido, sentimos mucho pero no hay nada que decir.

Un poco por delante de nosotros iban Marta y Pepe, con quienes nos encontramos al poco rato. Luego llegamos a la borda de la TIA, una bonita casa de piedra que apenas se ve, lo mismo que el resto de elementos naturales que hay por ahí. Sólo al acercarnos se percibe la forma ondulante de su tejado de espalda de dragón, y una ventana redonda, iluminada por una calida y ténue luz, señal de bienvenida que anticipa la hospitalidad generosa de sus moradores...

Illyn, meet you has been so nice, very speciall meeting.
Thank you so much, Illyn, for allow us to share some time with you...
We smile so deeply grateful!

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